Desde que llegué a México, concretamente a Sonora, hace ya más de una semana, me he estado fijando en cada arbusto por si entre ellos encuentro la tan reconocida y tan utilizada por Ringana, jojoba. Resulta curioso lo variada que es la flora del desierto cuando vas buscando algo en especial. Lo que antes me parecían las mismas plantas, observadas con detenimiento, forman un abanico gigantesco de vida y diversidad.
Ayer fuimos de visita a un sitio mágico, el Cañón del Nacapule. Se trata de un auténtico oasis en medio del desierto donde todo se reverdece y el agua dulce corre entre las piedras. Una variedad de ardilla pequeña llamada chichimoco nos dio la bienvenida y la temperatura nos acarició con cuatro grados menos. Dejé de buscar la jojoba dado que en unos cuantos pasos habíamos dejado el desierto para entrar en un ecosistema semitropical. Mis ojos emprezaron a ver y apreciar lo que tenía delante, un auténtico vergel propio de una película de Jurassic Park, donde casi me imagino a los dinosaurios campando anchamente por allí. Y de repente allí estaba, la serenoa, magnifica variedad de palma, usada con gran acierto por Ringana en sus Caps Beauty&Hair y Caps Mascu, para evitar la caída del cabello en un caso y para evitar el crecimiento anómalo de la próstata en otro. Venerada ya por los indios americanos por sus propiedades curativas, imponente, omnipresente, decora el Cañon del Nacapule.
Sigo buscando la jojoba, espero encontrarla antes de volver a España, sin embargo ayer, admirada por el entorno, reconozco que muchas veces cuando dejas de buscar es posible que encuentres algo, igual o mejor.