Tres semanas fuera de casa, por fin unas merecidas vacaciones, lejos de la rutina, lejos de las obligaciones cotidianas y de las preocupaciones del día día. Lejos también de España, es más, lejos de Europa.
Camino de Madrid me he dado cuenta que me he dejado, sin darme cuenta, el aceite dental . Es increíble lo mucho que se puede echar de menos un producto así. Casi tres años utilizándolo para lavarme los dientes, feliz desde el primer día que lo probé y de repente me veo que en los próximos días entre él y yo habrá un océano por medio.
Aunque soy consciente de que se trata de un producto libre de tóxicos, aunque aprecio mucho su composición basada en aceite de sésamo de origen ecológico y otros aceites naturales esenciales, que posee vitaminas que fortalecen las encías, que el té verde que también lo compone es maravilloso contra el mal aliento y que incluso tiene un efecto blanqueador natural gracias al ácido silícico.
Aunque tengo todas esas cualidades totalmente presentes, lo que realmente impera es que no conozco otro producto que me haga sentir la boca más limpia y durante tanto tiempo. Incluso aunque coma, sigo notando los dientes limpios durante horas y esa sensación de frescura e higiene no tiene sustituto en el mercado. Entiendo perfectamente que se trate de un best seller de Ringana. Lo que no entiendo es como voy a llevar estas tres semanas de total abstinencia aunque quizás haya suerte y mi amiga Pilar traiga en su neceser suficiente para las dos. Es lo bueno que tiene habérselo presentado en su momento.
De algo si estoy segura, no se me volverá a olvidar..por la cuenta que me trae.